Enorme el episodio final de esta primera temporada de AMERICAN HORROR STORY. Fiel al caos visual y dramático con el que fue concebida, así ha terminado la serie este primer ciclo de vida. Obviamente, SPOILERS.
Son muchas las impresiones que he experimentado durante el visionado de esta season finale, que ha actuado también de repaso a toda la temporada. Para empezar, no sabía lo que esperar de un último capítulo que visto lo visto en el penúltimo ("Birth") parecía tener poco más que contar. Un pensamiento que se iba reafirmando conforme pasaban los minutos. Sin embargo, algo como la continuación de la historia de Ben tras toda la catástrofe familiar que había sufrido ha estado muy bien contada, como sólo AHS sabe hacer. No sabría destripar todos los elementos que caracterizan a esta serie (ya lo hice en su día cuando empecé a verla), pero sin duda algunas de sus señas de identidad son los flashbacks, el montaje cínico (explicaré lo que es esto), mucho desenfoque, música estridente y descoordinada, y ese ritmo aceleradísimo en el que los planos se superponen los unos a los otros.
"Now what am I going to do with you...?" |
Durante todo el capítulo (al menos durante la primera mitad) he tenido la sensación de estar viendo un inicio de temporada, más que un final. Nos vamos unos meses al pasado para ver a un Ben y una Vivien en crisis que pueden tener la solución a sus problemas en una casa antigua con lámparas de Tiffany. Y ahí ya nos hacen un repaso a lo que ha sido toda la temporada, como el típico "previously on..." pero insertado en la trama. Inmediatamente después volvemos a lo que estábamos esperando: qué ha pasado con Ben. Y Ben está más solo que la una en una casa encantada llena de fantasmas rabiosos, vengativos y a cada cual más peculiar. La orgía del terror.
En cualquier caso, como bien se había intuido por ahí, Ben intenta suicidarse (era lo más lógico), pero no le va a resultar tan fácil. Al igual que no le resulta fácil huir con el bebé, pero la fantasma más perra de la casa se encarga de "atarle" literalmente a la Murder House para siempre. Punto positivo porque Ben se reúne con su hija y su mujer, y además parecen más felices que nunca. Es más, la temporada en ese sentido ha acabado muy bien para la familia Harmon: por fin han logrado lo que querían, su solución ha llegado, y ha sido gracias a esa misteriosa casa, como bien auguró Ben antes de mudarse. El árbol de Navidad (tremendo momento el del "El camino que lleva a Belén" como referencia navideña obligada) ponía punto y final a la trama de los Harmon. Curiosamente, destacaría que son los únicos que se han perdonado tras morir, y por tanto, eso les excluye de los fantasmas frustrados (aunque Ben tiene cierto resquemor hacia Tate, que esperemos eliminar gracias a la terapia...).Ver sonreír pacíficamente a un Vivien a la que no hemos dejado de ver muerta de miedo, agotada, exhausta, harta y dolida, ha sido de lo más placentero; y cuánto más la sonrisa de Violet, que es de lo más bonito que tiene y resulta una pena no verlo más a menudo... Una familia feliz que, además, lo es precisamente porque Vivien tiene el bebé que pretendía concebir: curiosamente, es el bebé "malo", el muerto, el que va a hacerles compañía, y digo yo que permaneciendo niño para siempre.
Pero nos queda la otra trama principal, la de Constance. Una Jessica Lange que da gusto ver y oír, que ha hecho merecer la pena (entre otras cosas) el ver esta temporada. Y en este capítulo se vuelve a coronar. El niño que sobrevivió consigue quedárselo ella tras rencillas varias. Aquí es donde entra el concepto de "montaje cínico". Me refiero a esos momentos (ya hemos tenido alguno más) en los que Constance es interrogada y se dedica a mentir como sólo ella sabe hacer, mientras en un montaje paralelo nos están mostrando que hizo justo lo contrario: que hizo lo que en realidad el espectador sabe. Es una técnica narrativa bastante común, por otra parte, aunque estamos más acostumbrados a verlo en un sentido real, es decir, que lo que nos muestran en paralelo visualiza justo lo que están contando en off. En el caso de las narraciones de Constance, el relato se mueve en el cinismo hipócrita, mentiroso, irónico y retorcido: adjetivos que definen a la perfección a este enorme personaje (merecidísima nominación al Globo de Oro como mejor secundaria). Casi en el fondo te estás riendo del talento que ha adquirido la sufridora de Constance para mentir. Y es que ya sabemos que a esta tía se le ha ido la olla hace mucho tiempo.
Total, que es ella quien tiene finalmente al niño, el bebé bueno, el bebé vivo, ese por el que han luchado todos los personajes durante la temporada. A lo largo de los episodios hemos descubierto cómo los bebés, los niños, son un punto común en todas las historias que han pasado por la casa, y he ahí la lucha. Constance, que es quien ha querido de siempre (como hemos ido descubriendo) recuperar a su hijo perfecto venido a menos (a menos no, al puto desastre!), por fin tiene en su casa al diablo en persona. Un niño rubio (como Tate, que realmente está jodido psicológicamente y jodidamente enamorado de Violet, que le ignora). Un niño asesino (una vez más, como Tate). En definitiva, que estamos deseando escucharlo: Constance ha conseguido a su nuevo Tate, ha recuperado la oportunidad de tener a su hijo perfecto. Eso sí, el adolescente psicópata es un primor comparado con su hijo (que a su vez es hijo adoptivo de su abuela... uf, más despacio, que me abruma). Justo cuando empezaba a pensar que se iba a terminar el episodio sin cerrar el tema que soltó la vidente sobre "la semilla del diablo", Constance llega a su casa después de pasar por el salón de belleza (irónico) y plantar ese magnífico speech sobre lo bien que se siente (tres años después), para finalmente descubrirnos a ese "hijo de Tate" que es el verdadero hijo de puta que consiguió sobrevivir a costa de su hermano muerto. Sí, Constance, efectivamente nadie mejor que tú para criar a ese niño "destinado a hacer grandes cosas", desde luego has sido preparada para ello.
En el fondo hay que desengañarse y empezar a asumir que las series no son sino telenovelas bien hechas. En el caso de AHS, el culebrón se mejora con creces al involucrar en los enredos a unos cuantos fantasmas cabreados: asumiendo la magia de la casa y los límites de los personajes, la historia se hace verosímil en su caos, y ese punto de originalidad marca la diferencia entre una serie entretenida y de calidad, y una telenovela casposa y mal hecha. Y este argumento diría que vale para todas las series. Si no, echaos a pensar.
Es una lástima porque no quería hacer un repaso sólo de este episodio final, sino hablar de lo que ha sido la serie durante esta primera temporada que, según fuentes oficiales, parece que tendrá una segunda. Haré una pequeña mención a capítulos como "Smoldering Children" y a Denis O'Hare con su gran interpretación en la historia de su triste personaje (que de momento dejamos en la cárcel jodidamente desgarrado sabiendo que Constance no le quiso nunca); y tampoco quiero olvidarme del pedazo personaje que se marca Zachary Quinto, con las mejores frases de la serie junto a Jessica Lange; ni por supuesto de Tate, que ha sido otro de los grandes personajes.
No pretendía, como digo, repasar sólo este episodio. Sin embargo, el mismo capítulo nos ha dado la oportunidad de recabar todo lo que ha pasado, y darle al botón de "reset", situar la acción y la dinámica que tendrá la casa a partir de ahora. No sé los demás, pero yo veo algo así como dos bandos que buscan diferentes cosas en esa casa, y veo también mucha tensión fantasmil (falta la pareja gay, que tiene mucho peligro). Ay de quien se digne a habitar esa casa.
No será la familia Ramos. Por suerte, no se ha quedado mucho tiempo (a ver si para la próxima nos traen un reparto de altura como el de esta). Aquí es donde me han logrado confundir, porque he pensado que definitivamente estaba viendo un inicio de temporada. Nuestra vendedora (breve papelón el suyo) atiende a esta familia de tres (de qué me suena) que está encantada con la nueva casa. Todo vuelve a empezar. Les cuenta absolutamente lo mismo, algún plano hasta es parecido. No sólo con la venta, sino con todo lo que vive esa familia, que es poseída por la casa como los Harmon en su día. Los Harmon, que ahora se dedican a "proteger" a esos mismos inquilinos echándolos a base de sustos en una orgía del terror en plan recreación de Halloween. Se repiten los fogones a medianoche, el Rubber Man (que esta vez sí es Ben) que intenta violar a la mujer, pero la posesión dura poco, y somos testigos del potencial fantasmagórico que tiene la casa: otro repaso de la temporada el que hacemos cuando vemos a cada uno de los fantasmas. Incluso Viven y Ben se permiten reírse de la ironía de ser fantasmas que pueden destriparse y seguir vivos. Qué cachondos.
Nosotros nos quedamos con la convicción de que ahora sabemos lo que hay ahí, y que preferimos no saber más de lo que ya nos han enseñado. Sin duda, el espectador se hace cómplice en este capítulo, y con esa complicidad, AMERICAN HORROR STORY nos invita a querer sumergirnos en la segunda temporada.
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